Una relación sana es de ida y vuelta

La reciprocidad en los vínculos es importante para que una relación sea sana.

Hace poco, en una sesión con una persona a la que acompaño (a quien llamaremos L), surgía el tema de las expectativas. L se encuentra en una situación complicada con su pareja, en la que siente cierta insatisfacción y como una sensación de desequilibrio entre lo que aporta y lo que recibe de la relación.

A su alrededor, varias personas le han dicho que su malestar tiene que ver con sus expectativas. Que no debe esperar a que su pareja le aporte tanto como ella aporta, que ha de aceptar a su pareja como es, y que el amor desinteresado consiste en dar sin esperar nada a cambio.

Cuando L escucha estas aportaciones, conecta con su sentimiento de culpa. ¿Estoy siendo egoísta? ¿Es injusto que espere recibir determinadas cosas de mi pareja? ¿Mi forma de amar es interesada? ¿Exijo demasiado?

Durante la sesión, L y yo le dábamos vueltas a una idea que muchas personas tenemos grabada a fuego, lo maravilloso de “dar sin esperar nada a cambio”. A mi entender, es una de las ideas más tóxicas de nuestros introyectos (esas ideas que hemos aprendido sin cuestionar, como verdades absolutas, que nos hemos tragado sin pensarlas demasiado).

Puedo entender la intención de promover la bondad, la generosidad, la entrega… que hay detrás de esta idea. Sin embargo, en las relaciones entre personas adultas, conviene recordarnos que el equilibrio es un factor importante. Y que han de darse ciertas condiciones, para entender como sana una relación. Así que es crucial que sí esperemos ciertas cosas en las relaciones que nos importan, y que podamos preguntarnos si esto está sucediendo.

Imaginemos por ejemplo la relación entre dos amigas, J y K. J suele escuchar a K, interesarse por las cuestiones que le importan, estar atenta a sus estados emocionales, ayudarla cuando se lo pide, hablarle con claridad y con respeto, dedicarle parte de su tiempo… etc. Hasta aquí, nada demasiado excepcional. Sin embargo, K nunca tiene tiempo para escuchar a J, le habla con desprecio muchas veces, nunca está disponible para ayudar a J porque sus propias cosas son siempre más importantes o más interesantes, no es especialmente sincera, juzga a J y se burla de ella con bromas de mal gusto ante sus dificultades… etc. ¿Sentimos esta relación como sana y equilibrada? ¿Lo entenderíamos como una buena Amistad, así, con mayúscula? Seguramente no.

Si tú y yo tenemos una relación (que puede ser de pareja, o de amistad, o familiar, o de compartir equipo de trabajo etc), y en esa relación yo te trato con respeto, la verdad es que sí, espero ser tratada con respeto. No como algo que me es devuelto, no a cambio de mi respeto, sino como elemento que forma parte de nuestra relación, y sí, lo espero. Si en el tiempo que hemos ido construyendo juntas la relación, cosas como la sinceridad, o la crítica constructiva, o el cuidado y la atención a las necesidades de la otra persona, han ido siendo elementos de nuestro camino recorrido juntas, sí, espero y deseo que al igual que yo aporte, (a la manera que yo sepa), estos elementos, también perciba que tú los pones (a la manera que tú sepas, y esto es otro tema, claro).

La idea de dar lo mejor de nosotras sin esperar nada a cambio, está detrás de muchas situaciones insanas. Contribuye a sostener, en los casos más extremos, situaciones de maltrato, y en casos menos graves, situaciones de desequilibrios, de malestar, de injusticias, de ciertos abusos de poder, etc., que pueden ser más sutiles y pasar desapercibidos, incluso.

Entonces, es una buena pregunta que podemos hacernos. En esta relación, ¿Qué espero? ¿Qué necesito yo? ¿Siento equilibrio? Porque si no espero absolutamente nada a cambio, estoy infantilizando la relación (o a ti), dando por hecho que no eres una persona adulta capaz de contribuir tú también a la relación. Y además, si no espero nada a cambio, será muy difícil que pueda detectar estos desequilibrios cuando se den (que suelen aparecer en forma de enfados, irritabilidad, malestar indefinido… etc.). Es muy interesante poder sentir el malestar cuando se produce en una relación, ya que nos permitirá hacernos las preguntas que aparecían antes, hacerlas a la otra parte de la relación, y así, hacer los ajustes que necesitemos para seguir disfrutando de este vínculo. Esperar algo a cambio, observar si de da, y buscarlo y promoverlo activamente, contribuye a la salud y al bienestar del vínculo.

Como he leído por ahí en diversos sitios, tener relaciones sanas incluye tener conversaciones incómodas. Y sí, los vínculos están vivos, crecen, cambian, y necesitan ser revisados y ajustados de vez en cuando, para seguir funcionando y que podamos disfrutarlos.

(Nota aclaratoria: en este texto nos estamos refiriendo a relaciones entre personas adultas. Las situaciones de cuidado referidas a la crianza o al cuidado de personas vulnerables se enmarcarían en otro contexto)

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