Con frecuencia me encuentro en terapia con demandas que entiendo de dónde parten, aunque no siempre estoy de acuerdo con su finalidad. Creo que es preciso que revisemos, en terapia y también en la sociedad, qué necesitamos, si esto es realmente sano, o si necesitamos enfocarlo de otra manera.
Retomo algunos ejemplos de demandas y peticiones que he recibido como terapeuta y que, reconozco también haber formulado alguna como paciente, a mi terapeuta. Por ejemplo, “yo lo que quiero es quitarme de encima esta necesidad de reconocimiento” “necesito seguir con mi vida y que esto no me afecte” quiero que me de igual lo que piensen los demás de mí”, “quiero que mi bienestar no dependa de nadie”, etc.
Muchos (¿todos?) los dolores y sufrimientos que llevan a las personas a pedir ayuda, tienen que ver de alguna manera, con la relación con otras personas. Incluso aquellos dolores que pensamos que son más individuales, en el fondo, no lo son tanto.
En los talleres de autoestima que facilito, digo mucho que algo a priori tan individualizado, (como es mi relación conmigo misma), la autoestima, no es un proceso individual, sino relacional. Y esto, aplica para todo, en verdad.
Por eso me gusta echar mano de nuestra biología para recordar que somos monos, no tortugas. En el ADN de las tortugas, hay información que les permite salir de un huevo, y sin que haya nadie allí para hacerse cargo, saber hacia dónde dirigirse, alcanzar el mar, y nadar durante incluso años, sobreviviendo en completa soledad, antes de relacionarse con otra tortuga para reproducirse. En cambio los monos necesitan ser tomados en brazos, amamantados, y criados por una manada, tribu, grupo, familia. Lo que les permitirá su desarrollo físico, mental y emocional será el vínculo que establezcan, que se desarrollará a través de la interacción con los demás.
De ahí parte nuestro ADN también. Aunque hayamos evolucionado, pertenecemos a una especie que depende de su relación con los demás, nada más y nada menos que para sobrevivir, y desarrollarse plenamente.
Así, lo que piensen los demás sí importa, pues nuestra pertenencia a un grupo depende de ello. Que nos afecten los movimientos de personas de nuestro entorno es fundamental, ya que nos permite ser sensibles a las necesidades de los demás, y nos ayuda a modular nuestro comportamiento. Que se nos conozca y se nos reconozca, importa porque nos permite sentirnos vistas, como seres diferenciados que además, pertenecen.
Otra cosa es que queramos mejorar la manera en que vivimos estas cuestiones. Por ejemplo, que algo pueda afectarnos sin condicionar o bloquear nuestra decisiones, que podamos tener en cuenta los vínculos sin por ello tener que renunciar a lo que somos o queremos ser o hacer. Que podamos elaborar la forma en que algo nos afecta, para que este impacto sea menor, más llevadero, diferente, o mejor. Esto sí se puede hacer, y se logra, en terapia. No para que no exista ese impacto.
Las demás personas van a seguir afectándonos, las dificultades en los vínculos van a seguir incomodándonos, y los movimientos de nuestro entorno van a seguir importándonos, y viceversa. Y eso es sano.
Me recuerdo y te recuerdo: somos monos, no tortugas. Así que tengamos paciencia con nosotras mismas, revisemos nuestros objetivos para hacerlos realistas a lo que para nosotras va a ser posible… y en ese proceso, te envío un abrazo. Un abrazo grande, de primate, de gorila, de orangutana, de humana.
(PD: ya hay estudios que muestran, para sorpresa de muchos científicos, la sociabilidad de las tortugas, la forma en que se buscan sin aparente necesidad funcional, incluso se van documentando momentos de juego. Los seres “menos sociables”, seguramente tampoco lo son tanto).