Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son una realidad presente en la vida de muchas personas, especialmente entre mujeres y adolescentes.
En cualquiera de los casos, podríamos afirmar con tan sólo ver la superficie de lo que hablamos, que se trata de una relación disfuncional con la comida, sí. Pero hay algo más profundo, complejo y aún más doloroso detrás de ese síntoma tan evidente y fácil de señalar. Si bien en muchos casos existe una urgencia física por cambiar la alimentación de estas personas, parece igual de necesario detenerse un poco más, en entender qué le ocurre.
Es evidente, de hecho salta a la vista en muchos casos, que la integridad física de estas personas está en riesgo debido a esa inanición, por lo que llega a resultar imprescindible el ingreso, así como tomar medidas que supongan volver a alimentarse con normalidad. Aún así, la problemática va más allá de estos síntomas tan complicados, peligrosos y visibles. Comprender qué lleva a cada una de las personas que los sufren, a su forma concreta de alimentarse o dejar de hacerlo, es clave para poder cuestionar las creencias e ideas al respecto, así como dar su lugar a su sufrimiento, a las necesidades no resueltas en su historia, y con todo ello poder sanar.
De hecho, en el proceso terapéutico es muy común que ese protagonismo que tiene la comida en sus vidas pase a un segundo plano o tercer plano… dejando espacio a tratar otras cuestiones, a medida que avanza la terapia. Porque, aunque se trate de algo evidente parece algo muy fácil de olvidar, que la persona no se limita a eso. Encontrar un espacio donde muestran un interés genuino por ti y lo que te ocurre, lo que te angustia, más allá de cuántas kilocalorías consumiste ayer, ayuda a promover esa visión en estas personas también.
Deseamos que se humanice más el acompañamiento de estas personas, verlas más allá de sus síntomas y posibilitar experimentar la novedad de sentirse realmente vistas y escuchadas.