El autoconocimiento es un camino que emprendemos y que, si lo deseamos, nunca dejamos de explorar, pues hay muchas circunstancias en la vida que nos hacen cambiar y ser, responder o actuar de diferente forma de unas situaciones y etapas, a otras.
Busco definiciones sobre el autoconocimiento y encuentro descripciones que hacen referencia a lo que sabemos sobre nuestras cualidades, deseos y necesidades, información que hemos ido aprendiendo a través de los años y experiencias vividas.
En la mayoría de los casos, se hace alusión a tareas introspectivas en las que nos miramos hacia dentro para ver qué encontramos, pero echo en falta explicaciones que incluyan a las personas que nos acompañan en ese descubrimiento.
Es cierto, una buena parte de esta indagación se puede realizar de forma individual, pero para mí cobra otro sentido cuando tratamos de averiguar cosas sobre nosotros/as mismos/as junto a otras personas, sobre la manera determinada en que nos afectan e influyen, y para ello, la terapia psicológica individual o los grupos terapéuticos pueden resultarnos de ayuda.
Iniciar un recorrido para conocernos mejor es como abrir ese cajón de casa en el que hemos ido depositando cosas durante un largo periodo de tiempo y un buen día decidimos mirar dentro para poner orden, indagar y ver qué nos encontramos.
Algunas cosas nos servirán todavía a día de hoy, otras nos traerán al recuerdo buenos o malos momentos. Descubriremos que algunos objetos se han deteriorado de no haber sido usados y necesitan algo de mantenimiento o reparación, otras cosas decidiremos desecharlas por completo por no tener utilidad hoy por hoy.
Puede que encontremos eso que llevábamos buscando tanto tiempo, o alguna cosa que puede cumplir una función en la actualidad aunque en su día olvidamos allí por no estar dándole uso. Si además, resulta que ordenando ese cajón de casa, estamos acompañadas por alguien, es probable que esa persona se interese en por qué hemos decidido tirar o desechar algo, o por qué no acabamos de encontrarle valor.
Seguro que, gracias a su curiosidad y comentarios, recibimos otro punto de vista y puede que recuperemos algo desechado o decidamos apartar algo que habíamos mantenido. Es decir, la compañía de alguien nos puede aportar claves, perspectivas e información a la que no accedemos estando en soledad.
Uno de los beneficios que me ha aportado la terapia psicológica es conocerme mejor. Me ha ayudado por ejemplo, a identificar qué me puede sentar bien cuando estoy triste, qué puedo hacer cuando siento rabia o enfado ante una persona o situación, también me ha servido para respetar más mis necesidades cuando no son compatibles con un plan social o a poner por encima mi necesidad de socializar renunciando a una obligación o debería que podía ser postergado.
En los procesos terapéuticos me gusta acompañar a mis pacientes en esa exploración de lo que sienten y de las cosas que pueden hacer con esas sensaciones y emociones, apoyar en la búsqueda de nuevas formas de actuar cuando las que conocen no les funcionan.
La terapia nos ofrece la posibilidad de iniciar ese camino hacia el autoconocimiento, y lo interesante es que este proceso ocurre con otra persona que nos impacta y a la que impactamos, que nos muestra cómo funcionamos y cómo se siente ante nosotras. Es, de alguna forma, una oportunidad de volvernos a conocer gracias a la ayuda de nuestro/a psicoterapeuta.
De igual manera, cuando acudimos a talleres grupales que incluyen esta perspectiva relacional, podemos descubrir muchas cosas sobre cómo somos vistas y recibidas, y comprender mejor de qué forma y en qué medida me afecta cómo son, se expresan o actúan las demás personas, y cómo impacto yo en mi entorno social.
Conocernos mejor puede traernos beneficios en las relaciones interpersonales, servirnos para tener más consciencia de lo que necesitamos para cuidar y cuidarnos en las relaciones. Nos puede ayudar a aumentar nuestra autoestima, regularnos emocionalmente, y a orientarnos hacia metas y toma de decisiones acordes con nuestros deseos, necesidades y objetivos.







