El embarazo, un proceso natural en un mundo acelerado

Durante la gestación experimentamos una transformación a nivel personal, físico y emocional, invirtiendo una gran cantidad de recursos y energía e involucrando a varios de nuestros sistemas biológicos. Mientras realizamos esta transición se ponen en marcha numerosos cambios que tienen que ver con la identidad, las funciones y el lugar que ocupamos en la familia y en la sociedad.

Al tiempo que nuestra criatura va desarrollándose en el útero, nuestro cuerpo se va preparando poco a poco para albergarla, suceden modificaciones imperceptibles al instante, pero que van esculpiendo gradualmente nuestra materia.

Este proceso que transcurre a lo largo de unas 40 semanas, se desencadena a raíz de la acción hormonal. Esta actividad hormonal, pone en marcha la reconfiguración cerebral a nivel funcional y estructural, el ensanchamiento de nuestras caderas, la creación de la placenta, o la preparación de nuestros pechos, entre diversos cambios corporales que acontecen y que nos preparan para gestar y cuidar del ser humano que crece dentro nuestro.

Pienso en el embarazo como un viaje que iniciamos a pie, los avances se van produciendo poco a poco, con cada paso se completa una parte más de la etapa. Mientras recorremos el camino podemos poner conciencia en sentir nuestra marcha, y disfrutar de lo que vaya aconteciendo.

Si el embarazo es como un recorrido que iniciamos caminando, un proceso natural que se produce poco a poco, el entorno en el que se desarrolla a menudo parece una carrera, donde la aceleración y la inmediatez imperan, y parece que atravesamos a pie una autovía en la que nos adelantan coches a gran velocidad. Se produce un gran contraste entre lo biológico y lo artificial, entre lo interno y lo externo, surgiendo demandas opuestas a aquello que nos pide el cuerpo, a lo que podemos necesitar, muchas veces incluso, dificultando ser conscientes de ellas.
Con frecuencia esta sociedad nos complica tomarnos pausas, podemos sentir la exigencia de asumir un ritmo que entra en conflicto con esta transformación que requiere calma e invita a la contemplación de un fenómeno tan maravilloso.

Inmersas en la vorágine de la sociedad, teniendo que mantenernos en muchos casos en nuestros puestos de trabajo, atendiendo a las exigencias continuas del entorno, sin dejar de ser productivas en términos económicos, podemos sentirnos estresadas y agotadas.

La gestación es asombrosa, pocos procesos humanos son tan increíbles, pero a veces tenemos pocas oportunidades para apreciarlo. Es posible que algunas complicaciones durante el embarazo o eventos que nos han alterado emocionalmente, hayan empañado la experiencia e impedido disfrutarla cómo desearíamos.

Como mi compañera matrona Nati Banegas y yo solemos expresar en los encuentros Creando Vida, grupos dirigidos a familias que esperan un bebé, de cara al embarazo recomendamos realizar todo aquello que nos haga sentir placer. En la medida de lo posible, proveernos de un entorno amoroso, prestarnos atención y crear oportunidades para hacer aquello que nos permita estar tranquilas es una buena manera de cuidarnos y de afrontar el final del embarazo. Fomentar estas actividades favorece la segregación de hormonas que nos hacen sentir plenas, gozosas y felices, como son la oxitocina, la serotonina o progesterona, protagonistas en el embarazo y necesarias para este discurra saludablemente.

Pensando en estas actividades placenteras, me vienen a la mente el yoga, las relajaciones y visualizaciones, las respiraciones profundas y conscientes, los paseos por entornos naturales, el ejercicio moderado, la lectura, los baños relajantes, los masajes, los encuentros amorosos y todo lo que implique un contacto físico tierno y delicado. Si ocupamos parte de nuestro tiempo en ellas, facilitamos que se produzca el equilibrio hormonal que favorece nuestro bienestar mientras gestamos y crea un ambiente armonioso y agradable para el bebé, proporcionando un lugar placentero y seguro en el que desarrollarse.

En esta sociedad en la que no paramos, deseo que se nos permita detenernos para realizar todo aquello que nos conecte con la calma y que nos aleje del estrés, que podamos demandar y ejercer nuestro derecho para desacelerar. Que tengamos la oportunidad de aumentar la consciencia a nivel corporal y emocional que nos ayude en la vinculación con nuestro bebé y nos sirva de apoyo para el momento de su nacimiento.

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