La primera vez que vi esta película me impresionó la imaginación de los guionistas. En vez de contar una historia sobre las emociones, cuentan una historia en que ¡las emociones, ellas mismas, son las protagonistas! En una película de animación, que en principio es para niños. El resultado no puede ser más sorprendente. Inside out (Del revés en la traducción que se ha hecho en España) es en mi opinión un prodigio de condensación de temas psicológicos. La película habla de emociones, lo que más, de traumas, de conflictos, de cómo los recuerdos nos construyen, y también se destruyen y se vuelven a generar otros. Habla del peligro que supone no hacer caso de nuestras propias emociones, de cómo se puede alguien deprimir por no llorar, y de cómo todas nuestras emociones están ahí para aportarnos algo, para escucharlas.
En lo que sigue ¡cuidado! Si no has visto aún la película cuento cosas que puede que no quieras saber aún hasta que la veas.
De todos los temas “psicológicos” que toca la película, que son muchos, para mí el más importante es la reivindicación de la tristeza. Y no solo es importante como hilo argumental. Estamos en una sociedad en la que por todas partes recibimos mensajes que nos dicen que hay que estar alegre, sí o sí. La alegría y el afecto son emociones bien vistas, se consideran “positivas”, y otras emociones, en particular el enfado (según en qué contexto) y la tristeza están mal vistas y se consideran “negativas”. El mensaje que recibimos es que hay que sentir cosas positivas y huir de las negativas. Alegría sí, tristeza no. Afecto sí, enfado no.
Este modo de ver las emociones tiene consecuencias funestas y Del revés hace una labor encomiable en explicar cuáles son estas consecuencias. La tristeza es una emoción natural, como todas las demás, que cuando aparece cumple una función. La tristeza es la emoción que nos permite aceptar las pérdidas y seguir adelante. Oímos demasiado a menudo, cuando a alguien se le muere alguien querido, o corta con una pareja, o pierde algo importante, a su entorno recomendándole que “siga adelante”, que no esté triste y piense en positivo. Esto puede ser un consejo que nazca desde la mejor de las intenciones y desde el deseo de no ver sufrir a alguien querido, pero en muchas ocasiones lo que contribuye es a alargar una situación de cierre en falso. Porque cuando perdemos algo necesitamos estar tristes, sentirnos tristes, y permitir que la tristeza haga su trabajo. La tristeza nos lleva a un estado de retirada, de introspección, de compartir con los demás el dolor de la pérdida. Es la propia tristeza la única que nos puede sacar de la tristeza. Esta película explica esto de una forma magnífica. Mientras la niña protagonista no puede expresar la tristeza, cosa que Alegría intenta impedir a toda costa, no puede integrar el duelo que le supone haber dejado su casa y sus amigos. El resultado es que se insensibiliza, se amarga, y cada vez está más enfadada, asqueada y atemorizada. Solo cuando se libera la tristeza y consigue hablarle a los padres de su disgusto y su pena, se abre el camino a otra forma de sentir y a la posibilidad de construir algo nuevo en el nuevo hogar. Una vez llorados los recuerdos antiguos se pueden construir recuerdos nuevos.
Otra idea que se puede extraer de la película, y que me parece muy bonita y muy útil, es que se pueden sentir muchas cosas diferentes a la vez. Tenemos tendencia a pensar que tenemos que estar o alegres, o tristes, o enfadados, o miedosos… Sea lo que sea, pero solo una cosa. Nos confundimos mucho cuando sentimos a la vez diferentes emociones aparentemente contradictorias. Pero esto no solo es posible, sino que es lo habitual. Pocas veces sentimos una emoción en estado puro, sin otras emociones a la vez. Se puede estar en parte triste y en parte alegre. Se puede sentir afecto por una persona y al mismo tiempo estar enfadado con ella. Se puede tener miedo de hacer algo y al mismo tiempo alegría de quererlo hacer. La película nos muestra cómo la madurez emocional no pasa por sentir mucho de una única emoción “positiva”, sino poder sentirlas todas, en equipo, dispuestas a activarse cuando son necesarias. Una persona emocionalmente sana es capaz de sentir alegría, miedo, ira, tristeza y asco. Y yo añadiría algunas más, como mínimo afecto y curiosidad.
Del revés cuenta también, aunque de forma más secundaria, nuestra relación con los recuerdos y con el olvido, y también la construcción de nuestra personalidad con las experiencias que vamos teniendo a lo largo de la vida. Dice claramente cómo hay momentos en que nuestros recuerdos dulces se enturbian o se nos llegan a borrar, pero también muestra el camino por el cual podemos construir recuerdos nuevos que formen parte de nosotros y nos permitan avanzar en la vida.