Pareja, vínculo, intimidad

R. me habla de su confusión. ¿Cómo es que no ha cortado en seco la relación, tras esa infidelidad de su pareja? No lo puede entender. Llevaban más de doce años de relación, de acuerdo, pero esa traición era lo único que siempre había pensado que no toleraría. Sin embargo, algo le hace seguir ahí y no sabe bien qué es. ¿Esto es el fin y ya está? ¿Qué tipo de relación podrían continuar teniendo después de esto?

C. acaba de cortar con una pareja con la que ha estado unos meses. Se pregunta qué pasa para que ninguna relación le dure mucho tiempo. ¿Cómo sería la relación que te gustaría tener?, le pregunto. C. lanza su imaginación y se ve cerca de la otra persona, mirándose y compartiendo la vida, pero también con otras personas queridas a su alrededor y otros intereses. Le gusta pensar en una relación en la que hay espacio para la actividad individual de cada cual, y se da cuenta de que en sus parejas anteriores siempre ha renunciado a esa parte. ¿Será quizá momento de empezar a reivindicar su propio deseo?

P. ha empezado hace un tiempo una relación y está valorando si es momento ya de decirselo a su familia o no. En su casa nunca se ha hablado mucho de sentimientos y le da miedo que la reacción no sea buena. No sabe muy bien ni cómo sacar el tema. Cree que es posible que sus padres y sus hermanos rechacen a la persona que ha elegido como pareja, pero se siente mal si oculta la relación. Su pareja no le presiona, pero ya le ha presentado a toda su familia, que le ha dado la bienvenida. Esto a P. le encanta, y al mismo tiempo también le pone triste. Le gustaría que con su propia familia las cosas fueran así de fáciles.

J. está teniendo una situación laboral complicada. En la empresa en la que trabaja hay muchas tensiones y cuando J. habla para denunciar las situaciones que considera injustas tiene la sensación de que sus compañeros no le dan el apoyo que necesitaría, incluso se alejan. Es muy estresante. Ahora mismo siente que lo que le permite continuar sin venirse abajo es el apoyo de su pareja. Nunca le dice lo que tiene que hacer, pero siente que está ahí, dispuesta a escuchar sus preocupaciones cuando vuelve por la tarde después del trabajo. Esto, me dice, es muy importante para mí. Con mi pareja me siento en casa.

M. no quiere ahora mismo una relación estable. Le resulta sencillo conseguir una pareja para una noche cuando siente deseo. Eso le alivia y le entretiene. Tiene buenas amistades con quien comparte sus preocupaciones y con quien se puede mostrar vulnerable. Con ellas no tiene relaciones sexuales. Por el contrario, con sus parejas esporádicas hay mucha pasión, pero nunca entra en cuestiones personales con ellas. Lo prefiere así. Su intimidad tiene dos ámbitos: la emocional se da con sus amigos y amigas, la sexual con sus parejas de una noche.

De entre R., C., P., J. y M., algunas son mujeres y otros son hombres. Algunos me hablan de parejas de su mismo sexo, y otros de parejas del sexo contrario. Algunos han salido con hombres y mujeres, otros siempre han estado con mujeres, o siempre con hombres. Esto a veces es relevante, y mucho. Pero muy a menudo no es lo que más les preocupa. En nuestras conversaciones no hablamos tanto de la sexualidad como, sobre todo, de la intimidad.

¿Qué tipo de relación quiero tener? ¿Qué quiero compartir con mi pareja y con mis amistades? ¿Qué no quiero compartir? ¿Cómo lidiamos con los problemas que nos vamos encontrando? ¿De qué manera nos cuidamos el uno al otro? ¿De qué manera nos separamos? ¿Qué pasa cuando los sentimientos cambian? ¿Qué le da el sentido a nuestra relación? ¿Qué proyectos construimos juntos? ¿Dónde sentimos que tenemos nuestra casa? ¿Qué siento que necesito de ti, que no tengo y añoro?

Todas estas cuestiones tienen que ver con la intimidad, con el espacio humano en el que cada uno de nosotros nos hacemos un hueco. Sea cual sea nuestra orientación sexual, sea cual sea nuestra historia, la intimidad nos atañe a todos. Es el lugar en el que nos hacemos humanos, haciéndonos humanos con el otro. Y, precisamente por esa humanidad, es también un lugar donde somos vulnerables y en el que muchas veces nos sentimos perdidos. No resulta fácil mantener vivos los vínculos. Tampoco nos ayuda mucho la sociedad en la que vivimos hoy en día, que nos enseña cosas útiles pero no nos da apenas pistas sobre cómo vencer el miedo a la intimidad y conseguir relaciones más plenas. Quizá solo es necesario que pongamos la atención en nuestra forma de vivirlo. Démosle tan solo el cuidado que merece.

[Este texto fue publicado originalmente en la revista EGF and the City, num. 3, mayo 2013, con el título Cosas de pareja. ]

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