Lo que busco y lo que encuentro

Beneficios colaterales de un proceso de terapia.

Si bien un proceso terapéutico suele tener unos objetivos que forman parte de la demanda inicial, es frecuente que la psicoterapia facilite otro tipo de cuestiones que no estaban previstas.

Con cierta frecuencia me ocurre que voy al supermercado pensando comprar tres artículos, y vuelvo con siete. Porque una vez allí, y a la vista de toda la oferta de productos, reorganizo mi propia lista de necesidades.

Lo sé, puedo estar cayendo en una trampa y adquiriendo cosas que no necesitaba y que me han “seducido”. Sin embargo, la mayoría de las veces no me ocurre así. Más bien, a la vista de un producto, recuerdo que, efectivamente, se me está acabando y no lo había apuntado en mi lista inicial. Y aprovecho el viaje, “ya que estamos”.

Y con ello vuelvo a la idea de imaginar el proceso de psicoterapia como si de un viaje se tratara. Y hago memoria de algunos de los viajes por el planeta que he hecho en mi vida. Me vienen a la mente viajes en familia, en pareja, con amigos y amigas. En todos ellos, había una parte planificada, unas expectativas, cosas, lugares, espacios o momentos, que desde casa ya sabía que íbamos a visitar, ver, fotografiar. Eran, en parte, el objetivo del viaje.

El caso es que mientras recuerdo, sonrío. Y sonrío especialmente recordando otras muchas anécdotas que no estaban en el guión y de las que también pude disfrutar: encuentros inesperados, perdernos y callejear y descubrir un rincón que de otro modo no habría visitado, conversaciones, contratiempos. Cuestiones que no estaban planificadas, que no se pueden prever, y que ahora forman parte del “alma del viaje” aquél. Son los beneficios colaterales del viaje. Aquello que no buscaba y encontré, como de casualidad, como un regalo extra.

Y me doy cuenta de cuántas veces sucede así en un proceso de terapia psicológica. Es muy frecuente que personas con las que trabajo hagan este tipo de descripción de cómo está siendo:

“Es curioso, yo venía porque necesitaba resituarme y digerir de otra forma todo lo que me está pasando con mi madre y, sin quererlo, ni buscarlo, ni enfocar ahí, ha mejorado mucho mi relación con mi marido, se ha diluido como un muro invisible que nos distanciaba”;

“Aunque vine por el dolor de la ruptura de mi pareja estoy aprendiendo a expresarme más y mejor, y de repente, mi relación con mi familia y amigos ha cambiado y es más cercana y profunda, más bonita para mí”;

“Aprender a poner límites en mi trabajo me ha servido para recolocar límites en otras áreas de mi vida, y al revés de lo que esperaba, esto está haciendo más cercanas mis relaciones personales”.

Ése es uno de los encantos de la terapia, la manera en que además de enfocar y abordar la demanda inicial, iremos encontrando, sin forzar, sin provocarlo, otro tipo de situaciones que de manera fluida y como por casualidad, van completando el mapa de nuestro recorrido juntas, juntos.

Creo que hay una parte previsible y esperable de lo que sucederá en este viaje, y otra en la me gusta encogerme de hombros y preguntarme ¿a dónde más iremos esta vez?, ¿Qué más encontraremos?

De manera que cuando escucho estos comentarios, sonrío y me digo “éste está siendo un buen viaje”. Y os doy las gracias por ello, a cada persona con la que comparto espacio y tiempo en psicoterapia. ¡Sigamos viajando!

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