La soledad

Fragmento de un texto sobre psicoterapia

“Si quieres ser feliz enteramente, jamás lo conseguirás solo.”
Demóstenes

[Este texto es un extracto de “Algunos términos de terapia gestalt” (David Picó).]

En inglés hay por lo menos tres términos para referir lo que en castellano llamamos “soledad”: loneliness es la falta de compañía, a menudo experimentada con tristeza; lonesomeness lleva consigo un desánimo más intenso, por ejemplo ante la ausencia de alguien querido; solitude es el hecho de estar solo, separado del contacto humano, sin más connotación. Uno puede estar rodeado de personas en la gran ciudad y sentir loneliness, pero no estará en solitude. Hay una soledad dichosa que en inglés es solitude, pero noloneliness o lonesomeness. El libro fundador de la terapia Gestalt (Gestalt Therapy, de Perls, Hefferline y Goodman), por ejemplo, habla del hermoso sentimiento de solitude que subyace al de loneliness: “[…] there is always a beautiful affirmative childlike feeling: indignation in the defiance, loyal admiration in the clinging, solitude in the loneliness […]”. (“Siempre hay un hermoso sentimiento infantil de afirmación: indignación en el desafío, admiración leal en el enganche, solitude en la loneliness.”)

Hay una soledad existencial, básica, que es consustancial a la vida e inevitable. “Nadie puede morir la propia muerte con alguien o por alguien.” [Irvin Yalom, Psicoterapia existencial y terapia de grupo, p. 268, Ed. Paidós Ibérica, 2000]  Sin embargo, hay una soledad que nosotros mismos nos producimos. La autosuficiencia es una puerta abierta a la soledad más insulsa y gratuíta. Cuando interrumpimos el contacto con los demás para “hacer solos” podemos sentir una cierta sensación de seguridad. Nos ahorramos el riesgo de la relación, huímos de agredir, de ir hacia el otro. Sin embargo, el precio de esa seguridad es perpetuar un sentimiento de soledad, de que el entorno no nos apoya y que no podemos hacer nada con el otro. Esta soledad es muy distinta de la soledad existencial. En ésta uno se enfrenta a los límites de la vida misma. En la otra te das con unos límites que no sabes si realmente tendrían que estar ahí, no sabes hasta qué punto los pones tú. 

Todas las interrupciones del contacto son, de una u otra forma, maneras de negar al otro y, por tanto, de quedarse solo. Las experiencias de vergüenza son también experiencias de soledad. En la vergüenza quiero que me trague la tierra, desaparecer de la mirada del otro.

En terapia

La soledad es recurrente en terapia. El paciente viene en gran medida para aliviar su soledad, su imposibilidad de contactar. Por tanto, muchas de las preguntas clave de la terapia giran en torno al tema del “dejar solo”. Yo, como terapeuta, ¿de qué manera estoy dejando sólo al paciente? ¿De qué manera no soy capaz de proporcionarle el apoyo que necesita? Tú, como paciente, ¿cómo haces para quedarte solo en la relación? ¿Cómo haces para no solicitar el apoyo que necesitas? 

En mi experiencia

Algunos de los momentos más intensos de mi propia terapia han venido cuando me he sentido visto en mi soledad. Mejor dicho, han venido cuando me he sentido visto, sin más, en mi tristeza, en mi miedo, en mis miserias, y me he sentido acompañado. A menudo, al ser visto me he dejado de sentir solo. 

Una de las motivaciones más fuertes que tengo para trabajar como terapeuta surge precisamente de mi sentimiento de soledad. El contacto, la relación, los momentos de encuentro consolidan mi fe en que “hay alguien ahí”. Ayudar a los demás a conjurar su soledad me ayuda a conjurar la mía propia.

Imagen cedida por David Gonzalvo

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