A pesar de lo que podamos opinar sobre ella, la ansiedad es una herramienta que tenemos para combatir situaciones de peligro o riesgo. Las tres respuestas fisiológicas que produce son: ataque, huida o parálisis.
Si nos paramos a pensar, quedarnos muy quietos para que parezca que hemos muerto, atacar o huir ante la presencia de una fiera salvaje, puede salvarnos la vida, por lo que en estas situaciones se podría decir que la ansiedad nos proporciona una respuesta adaptada a la situación.
Diremos que hay ansiedad cuando podemos describir a la persona como en “estado de emergencia constante”, ya que aparecen las respuestas de la ansiedad “sana” en situaciones en las que realmente no existe un peligro para su integridad, y se queda, por ejemplo, paralizado/bloqueado ante un problema en el trabajo, huye de una situación que podría afrontar o ataca verbalmente a aquellas personas que no le están agrediendo. (En niños los síntomas se presentan como necesidad de seguridad y atención constante y con quejas reiteradas) Es en este momento cuando tenemos pistas de que se está produciendo un sufrimiento que es necesario tratar.
El psicoterapeuta ayudará a la persona a entender el significado específico de sus síntomas físicos (tensión y dolor muscular, dolores de cabeza, sudoración, temblores, molestias epigástricas, etc.) y emocionales (sentimientos de desasosiego, irritabilidad, preocupación excesiva, falta de concentración, etc.), para que pueda utilizar las estrategias apropiadas y afrontar la situación de una manera adaptada.